Nanna Hänninen (Rovaniemi, Finlandia, 1973).

Son fotografías que, «dibujan los movimientos de mi cuerpo fundiéndose con el paisaje». De esta manera, la presencia humana se hace explícita y transforma el escenario de forma decisiva, convirtiéndolo en algo abstracto aunque más manejable. La luz y las largas exposiciones configuran un lenguaje con una sintaxis que habla del individuo sumergido en su entorno exterior y de su control sobre él o su falta de control. Nanna crea partituras musicales puntuadas por el latido de su corazón, sus movimientos y su risa, todas experiencias vitales en un mundo real que amplifica sus sonidos como caja de percusión. Las fronteras entre lo individual y lo universal se diluyen por medio de un artefacto, la cámara fotográfica, que actúa como una prótesis unificadora del sujeto y el objeto, el yo y el otro. Nanna en definitiva se atreve a desafiar el paradigma de la fotografía y su canónica representación de la realidad.